Cada mes de septiembre (tradicionalmente del 16 al 22) se celebra en miles de ciudades europeas la Semana Europea de la Movilidad (SEM), una campaña impulsada por la Comisión Europea para sensibilizar sobre la movilidad sostenible. Como ciudadanos, vemos cómo esta semana afecta directamente en nuestro día a día: gratuidad en el uso de transporte público, exposiciones o, en el ámbito escolar, campañas y actividades especiales para influir sobre los más pequeños.
Pero más allá de estas actividades puntuales, su verdadero valor está en que funciona como un laboratorio urbano temporal: un momento en el que las autoridades pueden probar a pequeña escala medidas de circulación más ambiciosas, experimentar, medir impactos y extraer lecciones para aplicar transformaciones permanentes.
Casi un mes después de vivir la Semana Europea de la Movilidad de 2025, analizamos ‘lo que no se ve’ de este conjunto de eventos que impactan en la manera en la que nos movemos por los municipios durante esos días.
¿Por qué es un ‘laboratorio’?
Que una ciudad, o miles de ellas, dedique una semana del año a transformar de alguna manera sus hábitos de movilidad, supone, más allá de la celebración de actividades y eventos, una oportunidad estratégica para toda la sociedad.
Reducción de resistencias sociales y políticas
Las medidas de movilidad (como limitar el tráfico, peatonalizar calles o priorizar ciclistas) suelen generar debates o recelos. En el marco de la SEM, esos cambios se presentan como temporales o transitorios. Esa condición abre el camino a que quienes se oponen prueben, experimenten, “vean cómo funciona”, y muchas veces acepten que ciertas transformaciones son viables.
Prueba a escala real con variaciones de diseño
En lugar de decidir un cambio radical de golpe, se pueden implementar cortes de tráfico en ciertos tramos, horarios específicos, accesos para residentes o usos especiales, con diferentes grados de restricción. Eso permite comparar variantes y afinar el diseño antes de tomar decisiones definitivas.
Medición de impactos reales
Durante la SEM se pueden medir métricas clave: cambios en volumen de tráfico, niveles de contaminación del aire, niveles de ruido, desplazamientos en transporte público, bicicletas, peatones, accidentes. Con datos, se gana evidencia para justificar o ajustar las intervenciones permanentes.
Concienciación y cambio de hábitos
Aun cuando muchas acciones sean temporales, pueden mantenerse efectos duraderos en el comportamiento de la ciudadanía: descubrir que caminar o pedalear es viable y agradable, acostumbrarse al transporte público, cambiar actitudes hacia el coche privado.
Impulso político y visibilidad mediática
La SEM es “la ventana” perfecta para dar visibilidad a políticas de movilidad, movilizar actores públicos y privados, convocar medios, y mostrar que existe voluntad de transformación urbana.
Puerta de entrada a medidas permanentes
A partir del éxito demostrado durante una semana, muchas ciudades deciden formalizar ciertas medidas: nuevas zonas peatonales, ampliación de carriles bici, ajustes en semaforización, etc. Muchas transformaciones urbanas que hoy consideramos “definitivas” comenzaron como test temporales.
Un ensayo colaborativo
La Semana Europea de la Movilidad debe verse como un ensayo colectivo, un espacio en el que la ciudadanía participa, las autoridades observan y se recogen lecciones para la movilidad del futuro. Una de las lecciones más claras de la SEM es que no basta con que el ayuntamiento lo organice: para que el laboratorio funcione de verdad es imprescindible la implicación de múltiples actores:
- Administraciones públicas locales y regionales, que diseñan, autorizan cortes, coordinan servicios, recaban datos.
- Centros educativos y profesorado, para desplegar campañas y reflexionar sobre la movilidad en su entorno.
- Asociaciones y colectivos vecinales, puente directo con la ciudadanía, que validan rutas o detectan puntos conflictivos.
- Organizaciones medioambientales y ONGs, que aportan conocimiento, movilizan voluntariado y ayudan a comunicar los impactos.
- Empresas y solucionadores tecnológicos, que pueden aportar soluciones de análisis de datos, aplicaciones móviles, sensores, tecnología de movilidad compartida, etc.
- Medios de comunicación y comunicación pública, para visibilizar, sensibilizar y mantener el debate vivo.
Sin ese tejido colaborativo, muchas actividades se quedan en simulacros aislados sin real penetración urbana.
La Semana Europea de la Movilidad no es solo un evento de concienciación o una campaña simbólica: debe entenderse como un espacio temporal de ensayo urbano, un laboratorio en el que se prueban medidas de circulación en condiciones reales, con participación ciudadana, datos, ajustes y aprendizajes. Es precisamente esta condición experimental la que le confiere peso estratégico: permite reducir resistencias, medir impactos, ajustar diseños y construir confianza para transformaciones más profundas.
Por ello, la celebración de la Semana Europea de la Movilidad es una herramienta valiosa porque proporciona ese espacio controlado de experimentación hacia el futuro de las ciudades.